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Alfonso VII El Emperador era Rey de Castilla y León, en 1135 se ciñó solemnemente la corona de Emperador en León, después de recibir a todos los soberanos de la España Oriental en la ciudad de Zaragoza.

En 1128 casó con doña Berenguela (hija del Conde Ramón de Berenguer III de Barcelona), de este matrimonio nacieron dos hijos: don Sancho (futuro Sancho III, rey de Castilla y Toledo) y don Fernando (futuro Fernando II, rey de León y Galicia), para los cuales fue dividido el Reino.

Reino de León y Galicia:

Fernando II casó en 1165 con doña Urraca, hija del rey portugués Alfonso Enríquez, al que en 1169 prendió en Badajoz y dio libertad con la condición de restituir lo que había usurpado. El matrimonio duró diez años y de él nació don Alfonso (futuro Alfonso IX).
En 1175 el Papa anuló el casamiento por ser los esposos nietos de dos hermanas, doña Urraca y doña Teresa, hijas de Alfonso VI.

Alfonso IX formó una Confederación con los Reyes de Portugal, Aragón y Navarra, de la que excluyó al Reino de Castilla. Casó dos veces, y los dos matrimonios fueron anulados por razones de parentesco.
En 1191 casó con doña Teresa (hija de don Sancho I de Potugal), de esta unión nacieron doña Sancha y doña Dulce. Se separó en 1196.
Hechas las paces con Castilla en 1197, casó con doña Berenguela (heredera de Alfonso VIII), de este matrimonio nació don Fernando (futuro
Fernando III el Santo, que volvió a unir los Reinos de Castilla y León). En 1212 no quiso tomar parte de la Batalla de las Navas de Toledo, aprovechando la ausencia del Rey de Castilla, se apoderó de las plazas que constituían la dote de doña Berenguela.
En 1230 conquistó la ciudad de Mérida, año en que murió.

Reino de Castilla y Toledo:

Sancho III El Deseado, Rey de Castilla y Toledo, casó en 1151 con doña Blanca de Navarra (biznieta del Cid), que era hija del infante de Navarra, don García Ramírez VI, y de doña Elvira Díaz de Vivar. De esta unión nació Alfonso (futuro Alfonso VIII, Rey de Castilla).
Pactó con su hermano Fernando II de León y con Sancho IV de Navarra. En su reinado se instituyó la Orden Militar de Calatrava (1156), al no poder los Templarios seguir defendiendo la ciudad.

Alfonso VIII tenía tres años de edad cuando murió su padre, quedó como tutor don Gutiérrez Fernández de Castro (rico hombre del linaje de los Castro, Mayordomo de Alfonso VII). En 1170 fue declarado mayor de edad y casó con doña Leonor de Inglaterra (hija de Enrique II de Inglaterra, hermana de Ricardo Corazón de León), con la que tuvo varios hijos: don Enrique (que le sucedió como Enrique I), doña Berenguela (declarada sucesora, que casó con Alfonso IX de León), doña Urraca (casó con Alfonso II de Portugal), doña Blanca (casó con Luis VIII de Francia), y doña Leonor (casó con Jaime I de Aragón).
En 1177 tomó Cuenca, el 18 de julio de 1195 perdió la batalla de Alarcos contra el califa almohade Abu Yusuf Yaqub al-Mansur, y después pierde Calatrava, Alarcón y otras plazas.

 

En 1199 invadió Portugal, Navarra al año siguiente, quedándose con vascongadas, que desde entonces fueron incorporadas definitivamente a la Corona de Castilla. El 16 de julio de 1212, con la ayuda de los Reyes de Aragón y Navarra, ganó a los almohades la célebre batalla de las Navas de Tolosa.
Murió el 6 de octubre de 1214, siendo enterrado en el Monasterio de las Huelgas de Burgos.

Durante la minoría de edad de Alfonso VIII las relaciones de los Reinos de Castilla y León fueron cordiales, a pesar de que Fernando II de León se había apoderado del Infantazgo de Tierra de Campos.
Entre 1178-1180 las relaciones cambiaron, en otoño de 1178 Alfonso VIII partió de Simancas con un poderoso ejército para tomar Medina de Rioseco, tras vencer al ejército leonés de su tío Fernando II logró recuperar los territorios del Infantazgo.
El enfrentamiento se fue prolongando hasta llegar al Tratado de Medina de Rioseco (21 de marzo de 1181).

En 1181 el rey castellano Alfonso VIII expide un documento en Burgos, en contra del Tratado de Medina, donde se establece que buena parte del territorio del norte de la actual provincia de Cáceres y del noroeste de la provincia de Toledo pertenecían al Alfoz del Concejo de Ávila. La situación cambia en 1186 al fundarse la ciudad de Plasencia

La ciudad de Plasencia se funda en 1186 como una fortaleza por el rey castellano Alfonso VIII, con el lema Ut placeat Deo et Hominibus (para agradar a Dios y a los Hombres), estructurada alrededor de la Plaza Mayor, de donde parten accesos que comunican con las puertas de la ciudad.

Con Plasencia se fortalecía la línea del Tajo, se daba apoyo a la Reconquista castellana y se restringía la expansión del rey gallego-leonés Fernando II al oeste de la Vía de la Plata.

De otra parte, estando Palencia próxima a Toledo, entonces capital del Reino de Castilla, se fortalecía el área de influencia de la Archidiócesis de Toledo evitando incluir a Plasencia en la Archidiócesis de Santiago de Compostela.

En 1198 el Papa Clemente III crea la Diócesis de Plasencia, con jurisdicción sobre Béjar, Medellín y Trujillo. En 1199 toma posesión el primer Obispo de la Diócesis, Bricio.

Plasencia fue tomada por los almohades tras la derrota cristiana de Alarcos (19 de julio de 1195), siendo recuperada por Alfonso VIII el 15 de agosto de 1195.
Tras la reconquista se tomó la decisión de construir las murallas de la ciudad.

A finales del siglo XIII, el rey castellano otorgó el Fuero de Plasencia, concediendo mucha importancia a la convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos, propiciando una importante comunidad judía, llegando a ser la más grande de Extremadura con un importante poder económico.

Durante el reinado de Juan II de Castilla se favoreció el establecimiento de una jurisdicción de Señorío, en 1442 recibieron la ciudad la familia de los Zúñigas, concediendo a don Pedro de Zúñiga el título de Conde de Plasencia.
A pesar del Señorío, Plasencia perdió el derecho a voto que tenía en las Cortes de Castilla.

En 1446 la Diócesis de Palencia, por iniciativa del Cardenal Juan Carvajal, crea un Estudio de Humanidades, primeros Estudios Generales con rango universitario de Extremadura.

 

Enrique IV, rey castellano-leonés (1454-1474), era hijo de Juan II de Castilla y doña María de Aragón, hermanastro del infante Alfonso de Ávila (pretendiente al trono) y de Isabel la Católica, hijos del rey castellano y doña Isabel de Portugal.

Enrique IV casó en primeras nupcias con doña Blanca de Navarra, hija de Juan II de Navarra, que terminó repudiando poco después. El Papa Nicolás V en 1453 con la Bula Romanus Pontifex corrobora la anulación del matrimonio de Enrique IV y proporciona la dispensa pontificia. El 21 de mayo de 1455, Enrique IV casó de segundas con doña Juana (hermana del rey portugués Alfonso V), ocasionando graves disturbios en el Reino.
En 1462 nació Juana, jurada Princesa de Asturias en las Cortes en Madrid a los pocos meses de nacer.

La nobleza entró en conflicto cuando don Beltrán de la Cueva, Duque de Alburquerque y Maestre de la Orden de Santiago, desplazó del poder a don Juan Pacheco, Marqués de Villena, y a su hermano Pedró Girón, Maestre de la Orden de Calatrava.

Se originó una alteración de alianzas, mientras que los Mendoza pasaron a apoyar a Enrique IV, los Pacheco instigaron una renovación de la Liga nobiliaria para eliminar la influencia del Duque de Alburberque, don Beltrán de la Cueva, apartando a Juana de la sucesión al trono y utilizando a los hermanastros de Enrique IV como instrumentos políticos.

Desde 1454, con tres años de edad, Isabel había estado comprometida con Fernando de Aragón, acuerdo que fue roto en 1460 por su hermanastro Enrique IV por desavenencias con el rey de Aragón Juan II, quedando comprometida con Carlos IV de Navarra (hijo del infante Juan de Aragón, después Juan II, y de Blanca I de Navarra) que estaba enfrentado a su padre.

Carlos de Trastámara y Évreux, Príncipe de Viana, Carlos IV de Navarra (1441-1461), viudo de doña Inés de Clèveres, no pudo casarse con la infanta Isabel, su padre Juan II de Aragón se opuso desde un principio porque daría un gran poder al Rey de Navarra, tratando de casar a su hijo con Catalina de Portugal (hija del rey Eduardo I de Portugal), alianza que no era del agrado de Enrique IV casado con doña Juana (hermana de Catalina).

 

En 1464 Enrique IV, con la intención de lograr un enlace matrimonial, logró reunir en el Monasterio de Guadalupe a su hermanastra Isabel con el rey portugués Alfonso V. La infanta Isabel le rechazó debido a la gran diferencia de edad entre ambos.

Se inició una campaña en contra de Enrique IV, poniendo en duda la paternidad de su hija Juana I, siendo atribuida al favorito de su Corte, don Beltrán de la Cueva. En mayo de 1464 se constituyó la Liga de Alcalá de Henares declarando a los hermanastros del rey como legítimos sucesores.

La Liga fue creciendo con grandes linajes nobiliarios, incorporándose incluso hasta Juan II de Aragón (padre de Fernando el Católico).

Las injurias también fueron aumentando, se acusaba a Enrique IV de que favorecía a judíos y musulmanes, de que perjudicaba a los nobles en beneficio del pueblo humilde, a lo que se fueron añadiendo excesivos impuestos.

El 30 de noviembre de 1464, Enrique IV cedió a las exigencias de la Liga declarando a su hermano Alfonso (con 11 años) su inmediato heredero, en contraposición del juramento de Princesa de Asturias por doña Juana, con la condición de que se casara con Juana.

La Liga no terminó sus reivindicaciones, Enrique IV fue depuesto como soberano de Castilla el 27 de abril de 1465 en la ciudad de Plasencia, tomando parte activa don Diego López de Zúñiga, Conde de Plasencia, como también lo hizo en la Farsa de Ávila (5 de junio de 1465) arrebatando la espada, símbolo de la justicia, a la estatua de madera que representaba a Enrique IV y proclamando soberano al infante Alfonso, conocido como Alfonso el Inocente.

En 1467, Isabel (con 16 años de edad) fue comprometida con don Pedro Girón, Maestre de Calatrava, hermano de don Juan Pacheco, Marqués de Villena.
El enlace no pudo realizarse porque don Pedro Girón, con 43 años de edad, murió de apendicitis cuando realizaba el viaje para encontrarse con su prometida.

El infante Alfonso, dos años menor que su hermana Isabel, murió en Cardeñosa el 5 de julio de 1468, parece ser que pestilencia, aunque la opinión popular e investigaciones posteriores se decantan que por envenenamiento.


Toros o verracos del Cerro de Guisando, el Tiemblo (Ávila)

La muerte del infante Alfonso convirtió a su hermana Isabel en la candidata de los nobles rebeldes para ocupar el trono. La infanta Isabel decidió pactar con su hermanastro Enrique IV utilizando como mediador a Antonio Jacobo de Véneris (nuncio papal ante la corte de Enrique IV).

El 18 de septiembre de 1468 se llegó al Tratado de los Toros de Guisando por el que finalizaba la Guerra de Sucesión, todo el Reino volvía a la obediencia del rey, a cambio la infanta Isabel pasaba a ser Princesa de Asturias y recibía un amplio patrimonio. La princesa Juana quedaba fuera de la sucesión al trono, quedaba desposeída del título de Princesa de Asturias. A partir de este momento, Isabel tomó como residencia Ocaña, villa perteneciente a don Juan Pacheco.

En el Tratado había una condición que no era del gusto de Isabel, se acordó que no podría casarse con nadie sin el consentimiento del rey. Además le aconsejó que debía casarse con el rey viudo portugués Alfonso V. La propuesta tenía una doble finalidad: Por una parte, Isabel se tendría que trasladar al reino portugués. Por otra parte, se pretendía casar a Juana con el príncipe Juan II de Avís (hijo de Alfonso V). A la muerte de Alfonso V, el trono de Portugal pasaría a Juan II y a su esposa Juana, uniendo los dos reinos.

Juan II de Aragón, inmerso en la Guerra Civil Catalana, sopesaba el matrimonio de su hijo Fernando con una castellana, bien con la princesa Isabel o con Beatriz Pacheco, hija del Marqués de Villena, dudas que quedaron despejadas con la actitud de Juan Pacheco.

A comienzos de 1469 el rey aragonés trató de negociar en secreto con Isabel la boda con su hijo Fernando de Aragón, Rey de Sicilia y Príncipe de Gerona.

El matrimonio no se podía realizar porque Isabel y Fernando eran primos (nietos de dos hermanos, Enrique III y Fernando de Antequera), se requería una Bula del Papa que les exonerara de la consanguinidad. El Papa Paulo II no llegó a conceder el permiso con el temor de generar un enfrentamiento con los reinos de Castilla, Francia y Portugal.

Por otro lado, Paulo II era partidario del matrimonio por el carácter religioso de Isabel y la amenaza que representaban los árabes, enviando a Rodrigo de Borja (futuro Papa Alejandro VI) a España como legado papal para facilitar el enlace, conflicto que quedó resuelto al presentar una supuesta Bula otorgada en junio de 1464 por el Papa Pío II a favor de Fernando de Aragón por la que se permitía contraer matrimonio con cualquier princesa con un grado de consanguinidad hasta tercer grado.

El entorno de Isabel puso condiciones para un matrimonio que era de su agrado: Fernando tendría que trasladarse a Castilla para luchar por su causa y permanecer en un segundo plano en el gobierno concerniente a Castilla. Ante el temor de perder la Guerra de Cataluña, Fernando de Aragón firmó el Acuerdo de Cervera (5 de marzo de 1469) tal como presentaron los castellanos, donde se pactaron las condiciones económicas del enlace, señal convenida para que Isabel abandonara su residencia vigilada de Ocaña. En junio de 1469 la princesa Isabel se trasladó a Madrigal de las Altas Torres.

Estando en Madrigal de las Altas Torres, tras negociaciones del Marqués de Villena, la princesa Isabel recibió en julio de 1469 a una embajada francesa, presidida por el Cardenal de Albi, proponiendo su matrimonio con don Carlos de Valois (Duque de Guyena, hermano del rey francés Luis XI) y que rechazase cualquier propuesta matrimonial con el rey de Portugal o el príncipe de Aragón, por ser aliados de Inglaterra y enemigos de Francia.

La princesa Isabel se negó y el 31 de agosto de 1469 se refugió en Valladolid, enviando emisarios a Zaragoza reclamando la presencia de Fernando de Aragón.

El 19 de octubre casaban Isabel y Fernando en el Palacio de los Vivero de Valladolid, donde Isabel se hospedaba, actuando como madrina María de Acuña, junto con su hermano Alonso Carrillo de Acuña, Arzobispo de Toledo.

Ante la negativa de Isabel, el rey francés Luis XI solicitó el matrimonio de Juana con su hermano don Carlos de Valois. El 26 de octubre de 1470, a petición del Marqués de Villena y de los embajadores franceses, Enrique IV mediante la Declaración de Val de Lozoya revoca el Pacto de los Toros de Guisando, Juana (con ocho años) es declarada de nuevo sucesora y heredera al trono, y se procede al enlace matrimonial por poderes bajo la supervisión del Cardenal de Albi. El enlace se desmoronó al fallecer el Duque de Gullena en 1472 sin conocer a Juana.

Enrique IV paralizó la Bula de dispensa por parentesco. Los enfrentamientos en Castilla fueron mayores, tomando un carácter internacional: Enrique IV se alió con Luis XI de Francia, enfrentada al Reino de Aragón por los Condados de Rosellón y Cerdeña. El 24 de octubre de 1472 la Capitulación de Pedralbes ponía fin a la Guerra Civil de Cataluña (1462-1472), tras la muerte del Príncipe de Viana.

El Papa Sixto IV con la Bula de Simancas (1 de diciembre de 1471) dispensaba la consanguinidad de Isabel y Fernando. En junio de 1472 el legado Rodrigo de Borja con la Bula Papal, consiguió que las Coronas de Castilla y Aragón se involucraran en la Cruzada convocada por Sixto IV contra los musulmanes, convenció a Enrique IV de que Isabel reconocería los derechos de su hija Juana, y en 1473 antes de partir hacia Roma logró el título de Cardenal para don Pedro González de Mendoza (Obispo de Calahorra, al frente de la poderosa familia Mendoza), que se pasó al bando de Isabel.
En diciembre de 1473 el rey Enrique IV recibió a Isabel en Segovia y se reconcilió públicamente con ella y con su marido.

Con la muerte de Enrique IV el 11 de diciembre de 1474 en el Alcázar de Madrid, don Rodrigo de Ulloa cabalgó hasta Segovia para comunicar la noticia a su hermanastra Isabel y comunicarle de parte de la Junta de Sucesión (nombrada por Enrique IV ) que no interpusiese acción alguna hasta que la sucesión al trono fuera aclarada.

Isabel haciendo caso omiso, en un estrado de la Plaza Mayor de Segovia, con una mínima presencia de los diversos estamentos de la ciudad, el 13 de diciembre de 1474 se proclamó Reina de Castilla.

La Concordia de Segovia: La proclamación de Isabel como Reina fue personal, sin especificar que su marido Fernando pudiera intervenir en el Gobierno de Castilla. En la carta enviada por Isabel a las ciudades se especificaba jurarla a ella como Reina y a Fernando como a su marido.

El hecho provocó malestar en Fernando y en general en el Reino de Aragón. Para suavizar la situación, Fernando se acercó a Segovia para celebrar el año nuevo de 1475, teniendo que esperar en Turégano para realizar la entrada solemne en Segovia el 2 de enero de 1475.

Fernando el Católico en su entrada a Segovia fue recibido por el Arzobispo de Toledo, don Alonso Carrillo de Acuña, y el Cardenal de España, don Pedro González de Mendoza.

Con el objetivo de elaborar un texto claro, que satisficiera a las dos partes, se nombraron árbitros, por Fernando a don Alonso Carrillo de Acuña 'Arzobispo de Toledo' y a don Pedro González de Mendoza 'Gran Cardenal de España' por parte de Isabel.

El 15 de enero de 1475, partiendo de las capitulaciones matrimoniales de Cervera de 1469, los compromisarios llegaron a la redacción del Acuerdo para la Gobernación del Reino, En el Acuerdo se recogía que en la intitulación de los documentos el nombre del Rey precedería al de la Reina, y las armas de la Reina a las del Rey.

En un principio, el Acuerdo era favorable a Isabel; poco después, ante la inminente guerra con Portugal, Isabel tuvo que ir concediendo a Fernando amplios poderes que matizaban las disposiciones iniciales.

Isabel conservó el principio de que la Reina sucesora era sólo ella.

Entre los nobles que se adhirieron a la proclamación de Isabel y acudieron a Segovia se encontraban los Mendoza, Enríquez, Rodrigo Pimentel, Fernández de Velasco, Alba y Treviño. Entre el soporte eclesiástico se encontraba Alonso Carrillo de Acuña 'Arzobispo de Toledo', hombre de confianza de Juan II de Aragón, aunque a veces se enfrentó con los principios autoritarios de Isabel y Fernando abandonando la ciudad de Segovia.

Entre los linajes que se opusieron, partidarios de Juana la Beltraneja: Juan Pacheco 'Marqués de Villena' con su hijo, los Téllez Girón, los Zúñiga, Conde de Urueña, Duque de Arévalo, y don Rodrigo Ponce de León 'Marqués de Cádiz'. El soporte eclesiástico se encontraba en don Pedro González de Mendoza 'Gran Cardenal de España', aunque finalmente fue ganado por los Borja acabando siendo un consejero de los Reyes Católicos.

El 29 de mayo de 1475, Juana casaba con su tío Alfonso V El Africano de Portugal en la Casa-Palacio de los Argollas de Plasencia, para algunos cronistas en persona y para otros por poderes, donde fueron proclamados Reyes de Castilla, León y Portugal. El matrimonio se efectuó con la dispensa concedida en una Bula de Pío II, ratificada después con otra Bula de Sixto IV.

Desde la ciudad de Plasencia reclamaron el trono castellano a través de un manifiesto que enviaron a villas y ciudades del Reino.

En paralelo, Isabel la Católica anticipándose al enfrentamiento con Portugal, para que Francia no reconociera a la reina Juana de Castilla, intentó renovar la alianza franco-castellana con Luis XI. En esta línea, firmó una alianza de
no-agresión durante tres años con el reino de Granada.

Alfonso V de Portugal entró en Castilla con un poderoso ejército, mientras Isabel permanecía en el Castillo de la Mota de Medina del Campo, pasando después al Palacio de Juan Vivero de Valladolid cedido por el Conde de Benavente.

La Guerra civil castellana comenzó con la derrota de Fernando II de Aragón al tomar la guarnición juanista de Toro.
ejército de Isabel, dirigido por su esposo Fernando, cambiando de estrategia consiguió apoderarse de Burgos y su castillo, enviando al estratega militar Alfonso de Aragón (hijo bastardo de Juan II) a dicha ciudad.

El 1 de marzo de 1476, las tropas aragonesas de Fernando vencieron al ejército juanista en la campiña de Peleagonzalo (en las afueras de Toro). La batalla tuvo serias consecuencias, como la rendición del castillo de Zamora, el abandono de algunos nobles castellanos en el ejército juanista y frenar al monarca francés Luis XI para no penetrar en Castilla.

Mientras Alfonso V y Juana de Castilla tuvieron que regresar a Portugal, Isabel y Fernando quedaban como dueños de todo el territorio castellano.

En junio de 1476, el monarca lusitano Alfonso V 'El Africano' viajó a Francia para conseguir el apoyo de Luis XI. Después de mucho tiempo perdido, tuvo que regresar a Portugal tras la proclamación de su hijo Juan como rey lusitano en Santarem el 10 de noviembre de 1477.

 

El Africano, con la intención de acceder a la Corona de Castilla, emprendió una segunda entrada en febrero de 1478. Abriendo un frente en Galicia, tomó la ciudad de Tuy dirigiéndose hacia Santiago.

En la campaña gallega, Alfonso V contó con la colaboración de varios nobles gallegos, entre ellos, la de don Fernando de Pareja 'Adelantado Galicia', o la de don Pedro Álvarez de Sotomayor 'Conde de Camiña'.

Entre los partidarios isabelinos se formó la resistencia gallega. En la recuperación de la ciudad de Tuy tuvo un puesto dirigente el Obispo Diego de Muros, que caería prisionero de las tropas portuguesas. Finalmente, la ciudad quedaría bajo el mando de Isabel, al frente del Alcaide de Castronuño, don Pedro de Avendaño.

El 4 de septiembre de 1479, en Alcáçovas se firmó el Tratado de Paz con Portugal. En los preámbulos intervinieron por parte de Isabel y Fernando, el letrado del Consejo don Rodrigo Maldonado de Talavera; por parte del monarca Alfonso V y del príncipe heredero, don Juan de Silveira 'Barón de Alvito'.

En el Tratado de Alcáçovas, Isabel I y Fernando V concedían el perdón a todos los nobles que hubieran favorecido la entrada de Alfonso V 'El Africano', renunciando a cualquier indemnización de guerra y a cualquier derecho sobre las posesiones lusitanas oceánicas y sobre el reino de Fez.

Por su parte, el reino de Portugal se comprometía a entregar a prisioneros castellanos (entre ellos, personajes relevantes como Luis de Benavente y Juan de Meneses), a no favorecer a los nobles contrarios a los Reyes Católicos, a no entrar de nuevo en Castilla, admitía el dominio castellano sobre el archipiérlago de Canarias.

Ambas partes se comprometían a destruir cualquier fortaleza construida en la frontera en tiempos de guerra.

El Tratado de Alcáçovas fue confirmado por Isabel de Castilla en Trujillo el 27 de septiembre de 1479, y posteriormente, junto con Fernando, en Toledo el 6 de marzo de 1480.

En paralelo, el 4 de septiembre de 1479 se firmó el Tratado de Tercerías, también conocido como Tratado de Moura, tratado diferente pero no excluyente del Tratado de Alcáçovas.

El Tratado de Tercerías fue elaborado por los plenipotenciarios don Rodrigo Maldonado de Talavera (de parte de Isabel y Fernando) y don Juan de Silveira 'Barón de Alvito' (de parte de Alfonso V y el príncipe heredero Juan). En él se recogen las cláusulas más delicadas, tratando al destino de las personas, especialmente el de la reina lusitana Juana de Castilla, esposa de Alfonso V 'El Africano'.

En el Tratado se ofrecen dos alternativas, la de quedar en régimen de tercerías en Moura, bajo el amparo de Beatriz de Portugal, hasta que el príncipe Juan de Castilla cumpliese catorce años y decidiera casarse con ella o rechazarla; o por el contrario, la de entrar en un convento religioso.

El 5 de noviembre de 1479, Juana de Castilla decidió entrar en el Monasterio de Santa Clara de Coímbra. Al año siguiente pronunció sus votos, fueron testigos de la ceremonia Díaz de Madrigal (representante del Consejo Real de Castilla) y Hernando de Talavera (confesor de Isabel la Católica).

Francisco Febo, Francisco I de Foix, Rey de Navarra (1479-1483), hijo de Gastón de Foix y de Magdalena de Francia, sobrino de Luis XI de Francia, solicitó el matrimonio con Juana de Castilla en 1482 para crear dificultades a Fernando el Católico que amenazaba el Rosellón. La muerte de forma inesperada de Francisco Febo en 1483 acabo con la solicitud, antes de morir había nombrado heredera a la Corona navarra a su hermana Catalina de Foix.

Finalmente, Juana de Castilla residió en el Castillo de San Jorge de Lisboa por decisión de los Reyes de Portugal.
En 1522 cuando Castilla se encontraba envuelta en la Guerra de las Comunidades, Juana de Castilla testó sus derechos a la Corona de Castilla a favor del rey portugués Juan III de Avis.

Juana murió en Lisboa el 12 de abril de 1530, sus restos desaparecieron con el terremoto de Lisboa de 1755.


Blasón del emperador Carlos V en el Palacio Municipal de Plasencia. El actual edificio data de 1966, obra del arquitecto José Manuel González Valcárcel, con antecedentes de estilo renacentista que proyectara el arquitecto Juan de Álava en 1523.
En el lado izquierdo, una doble arcada renacentista con el escudo de armas del emperador, Al otro lado, una torre-campanario con el símbolo de la ciudad: el Abuelo Mayorga, un autómata que se encarga de dar las horas.


Blasón de Felipe IV en la antigua Cárcel de Plasencia, en calle del Rey, en un lateral de Plaza Mayor, construida en el siglo XVII con fachada de sillería.

Catedral Antigua de Plasencia, ejemplo de la transición del románico al gótico. Al románico, de principios del s. XIII pertenecen los fustes y capiteles de sus columnas; al gótico, arcos y ventanales descubiertos con motivo de su restauración. Durante los siglos XIII - XIV las obras corrieron a cargo de maestros como Diego Díaz, Juan Pérez y Juan Francés.
Conserva las tres naves, sin ábside. En la nave central se pueden observar las soluciones para contrarrestar el empuje de los arcos de la Catedral Nueva. En el muro que separa las dos Catedrales luce un retablo barroco.


Fachada principal, de estilo románico, de la Catedral Antigua de Plasencia.


Fachada principal, de estilo románico, de la Catedral Antigua de Plasencia.

La Catedral Nueva comenzó a levantarse en 1498 hasta que en 1578 las obras se paralizaron, durante el siglo XVIII volvieron a retomarse, quedando finalmente inacabada. Los primeros planos son de Enrique Egas, en su construcción intervinieron grandes arquitectos, como Juan de Álava, Francisco de Colonia, Alonso de Covarrubias, Pedro de Ezquerra, Pedro de Ibarra, Rodrigo Gil de Hontañón y Diego de Siloé.

Fachada principal de la Catedral Nueva de Plasencia, obra de Juan de Álava, acabada por Gil de Hontañón, quien realizó el cuerpo superior, las cresterías y las agujas. Aunque mantiene los pedestales nunca estuvo decorada con estatuas por falta de presupuesto.

Retablo mayor de la Catedral Nueva de Plasencia, del siglo XVII, de estilo barroco, con tallas de madera policromada de Gregorio Fernández, presenta pinturas de Francisco Rizi. Luis Fernández y Mateo Gallardo.
A la izquierda, la estatua orante del Obispo Pedro Ponce de León, obra en alabastro de Francisco Giralte.

Pedro Ponce de León (1509-1573) fue erudito y bibliófilo, miembro del Consejo Supremo de la Inquisición (1546) a instancias del emperador Carlos V, Obispo de Ciudad Rodrigo (1550-1560), partiendo hacia el Concilio de Trento. Como recompensa a los méritos alcanzados, Felipe II le concedió la mitra de Plasencia (1560-1573). Nombrado Inquisidor General del Reino, no llegó a tomar posesión por verse sorprendido por la muerte.

Estatua orante del Obispo Pedro Ponce de León en la catedral de Plasencia, con la leyenda: AQUI YAZE EL ILUSTRISIMO SEÑOR DON PEDRO PONCE DE LEON OBISPO QUE FUE DESTA SANTA IGLESIA E INQUISIDOR GENERAL FALLECIO EN LA VILLA DE XARAJCEJO A XVII DE ENERO DE MILLY QUINIENTOS Y LXXIII AÑOS


Claustro de las Catedrales de Plasencia.


Claustro de las Catedrales de Plasencia.


Blasón de los Reyes Católicos en Puerta Trujillo de Plasencia.
Es una de las puertas que tiene la muralla, con dos arcos de medio punto entre los que corre una bóveda de medio cañón.